Comentario
La sociedad y la cultura españolas -ha escrito E. Carmona- que se impusieron a partir de 1939 negaron la mirada y la memoria a los más valiosos sucesos inmediatamente anteriores, especialmente a los ocurridos en las artes plásticas (..) El antes y el después de la guerra civil fueron antagónicos. Al término de la contienda las relaciones entre el arte moderno y la creación española tuvieron casi que empezar de nuevo.En España el desenlace de la guerra civil (1936-1939) aplastó a la vanguardia, que se desarrollaba con dificultades en el primer tercio del siglo. Muertos muchos artistas en el frente, exiliados en países iberoamericanos otros o exiliados en su propio país, los que se quedaron no tuvieron más remedio que hacer el único arte posible para sobrevivir en aquellas circunstancias de durísima posguerra: pintura de carácter académico y tradicional con unas gotas de modernidad -más salsa impresionista que cubista-, destinadas a un mercado muy escaso de burguesía conservadora y católica cuyos gustos a duras penas cruzaban la frontera del siglo; escultura conmemorativa, abiertamente decimonónica, destinada a exaltar los valores nacionales del nuevo Estado o escultura religiosa academicista para decorar las iglesias nuevas o reconstruidas. Y aunque la escultura oficial estaba próxima en los primeros años a los realismos fascistas, el caso español no era como el alemán o el italiano y aquí la Falange -el partido- no tuvo fuerza suficiente para imponer una estética.La vanguardia había muerto y tenía que resucitar, pero la resurrección tardó más de tres días en producirse. A finales de los años cuarenta, casi una década después de terminar la guerra, empiezan a verse tímidos intentos de resucitarla: el grupo Pórtico en Zaragoza, de 1947, con pintores abstractos; la Escuela de Altamira en Santander, en 1948, y Dau al Set en Barcelona el mismo año. En todas los casos se trata de artistas y críticos que se reúnen y pretenden establecer lazos con la vanguardia anterior a la guerra, pero de momento sólo lo consiguen en Barcelona.Dau al Set (Dado en el número siete) es el nombre de un grupo catalán que forman J. Tharrats (1918), A. Tàpies (1923), M. Cuixart (1925), Joan Ponç (1927-1984), Joan Brossa (1919), Eduardo Cirlot (1916-1973) y Arnau Puig (1926), aunque su área de influencia es mayor. Editores inicialmente de una revista, no tuvieron un manifiesto, pero compartieron intereses surrealistas, como indica su propio nombre, y ejercieron una labor de agitación cultural y artística en la Barcelona de los últimos años cuarenta y primeros cincuenta, cuando la ciudad empezaba a recuperarse económicamente. A través de sus obras y sus contactos -con Miró como padre y Klee como punto de referencia-, consiguieron entroncar con la vanguardia anterior a la guerra para pasar del surrealismo a otras cosas.En el resto de España, sin embargo, aún no era el momento; habría que esperar casi otra década, hasta 1957, para que se produjera ese enganche, que se conoce como normalización.Ya en 1951, con la celebración de la Primera Bienal Hispanoamericana de Artes -una exposición celebrada bajo los auspicios del Instituto de Cultura Hispánica y el ministro de Educación Nacional, Joaquín Ruiz Jiménez-, se pudieron ver en público algunas obras modernas (de Tàpies, Ponç, Saura o Chirino, entre otras junto a reliquias del pasado. A lo largo de los años cincuenta Oteiza, Tàpies y Chillida van consiguiendo premios internacionales y abriendo un camino que después recorrerán con éxito otros artistas españoles, los de El Paso. Al mismo tiempo se ha producido un proceso de acercamiento a Europa y a los Estados Unidos, y la emigración y el turismo suponen un camino de ida y vuelta para las ideas y la información, como el de Santiago en la Edad Media.Pero el momento crucial es 1957, con los hombres del Opus Dei en el poder -los llamados tecnócratas-, la imprescindible modernización de la economía y lo que parecía una levísima apertura política. Este año irrumpen en la escena artística El Paso, Equipo 57 y Antonio López. Ya el año anterior había aparecido en Valencia el grupo Parpalló (que tomó su nombre de una cueva prehistórica pintada, como años antes Altamira) con el crítico Vicente Aguilera Cerni y el apoyo del Instituto Hispanoamericano de la ciudad. De este grupo formaron parte Eusebio Sempere (1924-1985), un pintor que venía de París, y Andreu Alfaro (1929), un escultor influido por Oteiza. Parpalló organizó una exposición importante en Valencia en 1960, Arte Normativo Español, en la que estuvieron presentes otros grupos de la misma orientación como el Equipo 57 y el Equipo Córdoba. Parpalló editó también una de las revistas más importantes de estos años, "Arte Vivo".